El muro entre lo terrenal y lo celestial se derrumbó cuando descubrimos que las estrellas y otros cuerpos celestes no son más que objetos dominados por las mismas leyes de la física que gobiernan el resto del universo. Otro muro, que separa a los mundos de los seres vivos y de la materia inerte, se comenzó a derrumbar cuando aprendimos que casi todos los elementos que forman los tejidos y los órganos de los seres vivos fueron fabricados dentro de una estrella y atomizados vía supernova; que el corazón, y la sangre que bombea por nuestras venas, se pueden estudiar en base a los conceptos de la mecánica de fluidos, igual que cualquier otra máquina hidráulica; que la diversidad entre los seres vivos pudo haberse originado del proceso físico de selección natural entre moléculas reproductoras ancestrales; que la replicación molecular misma puede ser entendida en términos físicos. Uno de los más grandes logros del siglo veinte fue el desacreditar a científicos que separaban a los seres vivos en un mundo paralelo con leyes y reglas distintas al mundo físico de los objetos sin vida. Sin embargo, existe todavía un muro sagrado que algunos intelectuales del siglo veinte protegieron cuidadosamente. Es el que divide a la materia de la mente, lo material de lo espiritual, lo físico de lo mental, la biología de la cultura. Pero este muro también se está colapsando gracias a la investigación en cuatro áreas del conocimiento ─la ciencia cognitiva, la neurociencia, la genética y la evolución. La ciencia cognitiva es la ciencia que estudia la mente, y nos ha enseñado cinco ideas importantes: el mundo mental se puede modelar y estudiar mediante la aplicación de conceptos informáticos; la mente no puede iniciar en blanco porque las mentes en blanco no hacen nada; un rango infinito de comportamientos puede originarse de rutinas y subrutinas recursivas combinatorias en la mente; mecanismos mentales universales subyacen variaciones culturales superficiales; el comportamiento no es algo que simplemente sucede, ni tampoco proviene directamente de la cultura o la sociedad, sino de una batalla interna entre varios módulos mentales, cada uno con diferentes objetivos y agendas.
A continuación, un extracto del del libro The Blank Slate
Por: Steven Pinker
Capítulo 3. El ultimo muro en caer
─Extracto
La teoría de Newton de que un solo grupo de leyes gobierna el movimiento de todos los objetos en el universo fue el primer evento en uno de los más grandes avances del conocimiento humano: la unificación del conocimiento, el cual el biólogo E.O. Wilson ha llamado la conciliación. El derrumbe provocado por Newton del muro entre lo terrenal y lo celestial fue seguido por el colapso de otro muro entre el pasado creativo y el presente estático. Eso sucedió cuando Charles Lyell demostró que la Tierra fue esculpida en el pasado por fuerzas que observamos ahora (como los terremotos y la erosión) actuando durante periodos inmensos de tiempo. Los seres vivos y los objetos sin vida, también, dejaron de habitar universos paralelos, separados. En 1628, William Harvey demostró que el cuerpo humano es una máquina que funciona en base a la hidráulica y otros principios mecánicos. En 1828 Friedrich Wholer demostró que los seres vivos no contienen ninguna sustancia mágica, sino compuestos químicos ordinarios siguiendo las leyes de la química. Charles Darwin demostró cómo la impresionante diversidad entre los seres vivos pudo haberse originado del proceso físico de selección natural entre moléculas reproductoras ancestrales. Gregor Mendel, y después James Watson y Francis Crick, demostraron que la replicación molecular misma podía ser entendida en términos físicos. La unificación de nuestro conocimiento sobre la vida con el conocimiento de la materia y la energía fue el mayor logro científico de la segunda mitad del siglo veinte. Uno de sus más grandes logros fue el desacreditar a científicos que colocaban a los seres vivos y los objetos sin vida en dos universos paralelos separados. Sabemos ahora que las moléculas no siempre han descendido de otras moléculas, y que el origen de la vida no dio origen a otro mundo separado de seres vivos. Las células han ido evolucionando de otras moléculas ancestrales reproductoras más simples, que pudieran ser descritas como maquinaria molecular sin vida ─maquinaria fantásticamente compleja, por supuesto, pero maquinaria, a fin de cuentas. Esto deja un muro sin derrumbar en el panorama del conocimiento, un muro que los científicos del siglo veinte que estudian los fenómenos sociales cuidaron con recelo. Divide a la materia de la mente, lo material de lo espiritual, lo físico de lo mental, la biología de la cultura, la naturaleza de la sociedad, la ciencia de las ciencias sociales, las humanidades, y las artes.
Pero este muro también se está derrumbando gracias a ideas nuevas que han surgido de cuatro áreas del conocimiento que están alcanzando un nuevo entendimiento de la naturaleza humana:
· La ciencia que estudia la mente
· La ciencia que estudia el cerebro
· La ciencia de los genes
· La ciencia de la evolución
La ciencia que estudia la mente ─ o ciencia cognitiva.
Ahora es posible encontrar sentido a los procesos mentales e incluso estudiarlos en un laboratorio. Aquí están cinco ideas de la revolución cognitiva que han modernizado como hablamos y pensamos sobre nuestras mentes.
La primera idea:
El mundo mental puede ser aterrizado en el mundo físico mediante los conceptos de información, computación, y retroalimentación.
La revolución cognitiva unificó el mundo de las ideas con el mundo material usando una nueva teoría poderosa: la vida mental puede ser explicada en términos de información, computación, y retroalimentación. La mente está conectada al mundo por los órganos de los sentidos, los cuales llevan a cabo la transducción de energía a estructuras de datos en el cerebro, y también por programas motrices, mediante los cuales el cerebro controla los músculos. Esta idea en general puede ser llamada la teoría computacional de la mente. La teoría computacional de la mente hace más que solo explicar la existencia del saber, el pensar, y el intentar, sin necesidad de invocar al fantasma en la máquina. También explica como esos procesos pueden ser inteligentes ─cómo el raciocinio puede emerger de un proceso físico sin mente. Si una secuencia de transformaciones de información almacenados en un trozo de materia (como el tejido del cerebro, o un dado de silicio) refleja una secuencia de deducciones que obedece las leyes de la lógica, la probabilidad, o la causa y el efecto en el mundo, entonces podrán generar predicciones correctas sobre el mundo. Y hacer predicciones correctas en la persecución de un objetivo es una buena definición de inteligencia. El campo de la inteligencia artificial está confirmando que trozos de materia ordinaria pueden lograr hazañas que supuestamente solo mentes etéreas podían. Nada de esto quiere decir que el cerebro funciona exactamente como una computadora, o que la inteligencia artificial imitará a la mente humana muy pronto, o que las computadoras tienen algún tipo de consciencia. Pero sí puede sugerir que el razonamiento, la inteligencia, la imaginación, y la creatividad, son formas de procesamiento de información que pertenecen a un área de procesos físicos bien conocida. La ciencia cognitiva, con la ayuda de la teoría computacional de la mente, ha exorcizado por lo menos un fantasma de la máquina.
La segunda idea:
La mente no puede ser una tabla rasa, porque las mentes vacías no hacen nada.
Este argumento en contra de la tabla rasa fue defendido por Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) en una réplica a John Locke. Leibniz repitió el lema empirista “No hay nada en el intelecto que no haya estado primero en los sentidos”, y después agregó “excepto el intelecto mismo”. Algo en la mente debe ser innato, aun si son solo los mecanismos responsables por el aprendizaje. Algo debe ser capaz de ver un mundo de objetos en vez de un caleidoscopio de pixeles parpadeantes. Algo debe inferir el contenido de un enunciado en vez de solo repetir las palabras exactas. Algo debe interpretar los comportamientos de otras personas como un intento de alcanzar objetivos en vez de solo trayectorias de brazos y piernas contrayéndose. Leibniz se adelantó a su época al reconocer que la inteligencia es una forma de procesamiento de información y requiere maquinaria compleja para llevarse a cabo. Como sabemos, las computadoras no entienden lenguaje ni reconocen texto cuando salen de la línea de ensamblaje; alguien tiene que instalarles el software correcto primero. Lo mismo es probablemente cierto sobre las funciones aún más complejas y exigentes que desarrollan las mentes humanas. Los científicos cognitivos han encontrado que retos mundanos como mover un mueble, entender un enunciado, recordar un hecho, o adivinar las intenciones de alguien, son problemas de ingeniería formidables que se encuentran justo en la frontera de la inteligencia artificial. La idea de que pueden ser resueltos por un puñado de materia en el cerebro moldeada pasivamente por algo llamado cultura, no es creíble.
La tercera idea:
Un rango infinito de comportamientos puede ser generados por programas combinatorios finitos en la mente.
El hecho de que la variedad de comportamientos de los que somos capaces los seres humanos pareciera ser infinita, pudiera sustentar el argumento de que tal vez, en efecto, sí somos agentes sin ningún tipo de restricción después de todo, ni siquiera material. Pero este punto de visto se hizo obsoleto después de la teoría computacional de la mente. El ejemplo más claro es la revolución del lenguaje impulsada por el lingüista Noam Chomsky. El lenguaje es el epítome del comportamiento creativo y variable. La mayoría de las pronunciaciones son una combinación completamente nueva, nunca antes pronunciadas en la historia de la humanidad. Sin embargo, Chomsky aclaró que, a pesar de su capacidad ilimitada, el lenguaje, obedece reglas y sigue patrones. Con unos cuantos miles de sustantivos disponibles para ocupar el espacio del sujeto y unos cuantos miles de verbos para completar el predicado, uno ya tiene varios millones de maneras diferentes de empezar un enunciado. Las cantidades posibles de combinaciones de los enunciados, es en teoría infinita. El repertorio de enunciados es infinito porque las reglas del lenguaje usan un truco llamado recursión. Y si el número de enunciados es infinito, entonces el número de pensamientos e intenciones posibles también lo es, porque virtualmente cada enunciado expresa un pensamiento diferente. La gramática combinatoria para el lenguaje se coordina con otros programas combinatorios en la cabeza para los pensamientos y las intenciones y un subgrupo de engranajes en la mente puede controlar un rango infinito de movimientos en los músculos.
La cuarta idea:
Mecanismos mentales universales pueden subyacer variaciones superficiales en culturas diferentes.
Ciertas categorías de comportamientos ─como las costumbres matrimoniales, los tabús, las supersticiones, y demás ─varían a través de las culturas y deben ser aprendidos, pero los mecanismos más profundos de computación mental que los generan podrían ser innatos y universales. Las personas se visten de maneras diferentes, pero todos se esfuerzan por demostrar estatus mediante su apariencia. Las personas pueden respetar solamente los derechos de los miembros de su clan, o pueden extender ese respeto a todos en la tribu, nación o especie, pero todos dividen el mundo en un grupo interno y otro externo. Las personas podemos tener ideas distintas sobre cuáles resultados pueden ser atribuidos a acciones deliberadas de algún ser consciente o poderoso, pero todos intentamos explicar eventos invocando la existencia de entidades con mentes que buscan alcanzar un objetivo. El conductismo estaba equivocado: es la mente, no el comportamiento, lo que es importante y legítimo.
La quinta idea:
La mente es un sistema complejo compuesto de muchas partes que interactúan.
Antes de la revolución cognitiva, los comentaristas invocaban enormes cajas negras como “el intelecto” o “el entendimiento” para hacer pronunciaciones generales sobre la naturaleza humana, tales como que somos esencialmente buenos o malos. Pero ahora sabemos que la mente no es un orbe homogéneo dotado de poderes unitarios o rasgos generales. La mente es modular, con muchas partes que cooperan para generar un tren de pensamiento o una acción organizada. Tiene múltiples facultades mentales dedicadas a diferentes tipos de contenido como el lenguaje, los números, el espacio físico, las herramientas. El comportamiento no es algo que simplemente sucede, ni tampoco proviene directamente de la cultura o la sociedad, sino de una batalla interna entre varios módulos mentales, cada uno con diferentes objetivos y agendas. El comportamiento humano es flexible porque sus mentes están equipadas con un software combinatorio que puede generar una variedad de pensamientos y comportamientos ilimitada. El comportamiento puede variar entre las culturas, pero el diseño de los programas mentales que lo genera no es necesariamente diferente. El comportamiento inteligente se aprende exitosamente porque tenemos sistemas innatos para el aprendizaje. Y todas las personas pueden tener incentivos buenos y malos, pero no todos los traducen de la misma manera en algún comportamiento.
Ted Talk del Dr. John Vervaeke sobre la mente y la ciencia cognitiva
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