Los cazadores de brujas en la Edad Media quemaban mujeres acusadas de brujería no porque fueran unos brutos irracionales, sino al contrario, lo hacían porque en verdad creían que estaban haciendo lo correcto. Y lo creían porque eso era lo que las autoridades de la época les decían. Había que sacrificar a unas cuantas para salvar a muchos. La cacería de brujas en el Medievo es un ejemplo extremo de creencias populares sin ningún fundamento científico que pueden tener consecuencias mortales y ser causa de miseria y destrucción incalculables. Todos somos susceptibles a las creencias equivocadas y por lo tanto a la posibilidad de actuar de manera incorrecta, contraproducente o injusta. Esto es consecuencia de la forma inescapable en la que adquirimos el conocimiento sobre el mundo, ya que todo lo que sabemos, o creemos que sabemos, viene de conjeturas que formulamos en nuestro interior al interpretar información que percibimos de fuentes externas. Este es el origen del infame problema epistémico de las dos personas que observan los mismos hechos en el mismo lugar y al retirarse formulan conclusiones muy diferentes. Para apreciar este problema simplemente es necesario reflexionar sobre los noticieros en los diferentes medios de comunicación y las interpretaciones sesgadas de los hechos que producen a la medida de los prejuicios predominantes en la audiencia cautiva. Esta característica de los seres humanos no es necesariamente un defecto, solamente es un problema cuando no se reconoce y se cree tener verdades infalibles e incuestionables. Porque las personas que reconocen este problema saben que es necesario mantener una mente abierta a la posibilidad de ser persuadidos por una interpretación de los hechos más amplia con mejores argumentos y explicaciones que sean congruentes, útiles y productivas. Y si damos un vistazo a las barbaridades que los humanos han cometido a través de la historia porque tenían ideas equivocadas, entonces, el estar abiertos a ser persuadidos y buscar mejores explicaciones no solo es una necesidad epistémica, sino que también es un deber, una obligación moral. El hecho de que suficientes personas han cumplido con esta obligación ha sido la causa del progreso moral logrado hasta ahora, por ejemplo, el hecho de que la cacería de brujas y la esclavitud hayan llegado a su fin y que ahora seamos capaces de reconocer la barbarie. Sin embargo, es imperativo que entendamos de donde viene este progreso moral social para que continúe de manera indefinida junto con un sano análisis retrospectivo de las creencias obsoletas del pasado que hemos reemplazado con buenas explicaciones. De lo contrario, corremos el riesgo de terminar donde empezamos, en un futuro medievalista dominado por supersticiones, deidades mitológicas y autoridades religiosas anacrónicas capaces de fomentar y justificar todo tipo de barbaridades inimaginables.
A continuación un extracto del libro titulado The Moral Arc
Por: Michael Shermer
Capítulo 3. Por qué la ciencia y la razón son los motores del progreso moral
─Extracto
Es evidente que la mayoría de las prácticas de la Edad Media que ahora consideramos barbáricas, se basaban en creencias equivocadas sobre cómo funcionan las leyes de la naturaleza. Si tú, y todos a tu alrededor ─incluyendo a las autoridades─ en verdad creen que la brujería es la causa de enfermedades, cosechas fallidas, y todo tipo de catástrofes y accidentes, entonces no solo es racional el actuar y quemar a todas las brujas, sino que también es un deber moral. Esto es lo que Voltaire quiso decir cuando escribió que las personas que creen cosas absurdas son más propensas a cometer atrocidades. Se puede incluso hacer una traducción más pertinente: “verdaderamente, quien sea capaz de volverte absurdo es capaz de volverte injusto.” Los cazadores de brujas medievales quemaban mujeres principalmente debido a un cálculo utilitario: es mejor sacrificar a unas cuantas para salvar a muchos. También había otros motivos por supuesto, como las venganzas, la confiscación de propiedades, la exterminación intencional de cierto tipo de gente, la misoginia, razones políticas, etc. Pero estos eran solo incentivos secundarios sobrepuestos a un sistema que ya estaba en sitio basado en un entendimiento incorrecto de la causalidad. La diferencia principal entre las personas de esa era y nosotros es el conocimiento científico. Francamente, no tenían la menor idea de lo que hacían, operaban sin considerar ningún tipo de información y tampoco tenían ningún método sistemático para determinar el curso de acción correcto. La teoría de las brujas como causa de catástrofes, y la forma en que fue rechazada a través de la ciencia, encapsula la tendencia más amplia en el avance de la humanidad a través de los siglos al reemplazar gradualmente creencias religiosas sobrenaturales con el naturalismo científico.
Hoy en día, la ciencia abarca todo tipo de problemas. Sabemos que las cosechas pueden fallar debido a enfermedades en las plantas que se estudian mediante la agronomía y la etiología; o también pueden fallar debido a insectos que podemos investigar mediante la entomología y también controlar mediante la química; o pueden fallar debido al mal clima el cual podemos comprender mediante la meteorología. Los biólogos pueden decirnos por qué las poblaciones de peces aumentan o disminuyen y qué podemos hacer para prevenir que las cantidades en una región se agoten debido a enfermedades, sobrepesca o cambio climático. El poder de una bruja se puede usar como teoría explicativa y es justo decir que, si tu teoría para explicar el por qué pasan cosas malas es que tu vecina vuela sobre una escoba y habla con el diablo en las noches para causar daño a las personas, las cosechas, o el ganado ─y que la cura para este problema es quemarla viva─ entonces eres una persona demente o vives en Europa de hace seis siglos. Incluso tienes apoyo bíblico, específicamente Éxodo 22:18 “No deberás sufrir a una bruja que siga viva.” Se creía que las brujas podían dañar a las personas con tan solo mirarlas, especialmente si estaban menstruando. El punto no es que nuestros ancestros fueran irracionales con sus pensamientos mágicos, al contrario, ellos creían vehementemente que lo que estaban haciendo tendría el efecto deseado. En 1484 la iglesia católica romana fue la primera en articular la teoría de las brujas como causa de catástrofes en la Europa Medieval mediante el sumo pontífice y dos años después el clérigo católico Heinrich Kramer publicó su libro Malleus Maleficarum, el cual era un manual para encontrar y enjuiciar brujas, donde decía que podían copular con el diablo, robar el pene de los hombres, hundir navegaciones, arruinar cosechas, comer bebés, convertir hombres en ranas, no poseían la habilidad de producir lágrimas ni sombra, su cabello no podía ser cortado, y cualquier otra cosa considerada diabólica o malvada. El manual instruía a los investigadores en cómo encontrar la marca de las brujas ─una marca en su cuerpo que supuestamente no sangraba (excusa perfecta para tocar inapropiadamente a las víctimas). Además, el encontrar brujas no solo explicaba el mal, también era evidencia tangible de la existencia de Dios. Como lo argumentó el teólogo Roger Hutchinson en el siglo 16, en una forma sofisticada de razonamiento circular, “si hay un Dios, como lo debemos creer firmemente, entonces también hay un Diablo; y si hay un Diablo, no hay un argumento más seguro, no hay prueba más fuerte, ni evidencia más plena, de que hay un Dios.” Hoy en día, la teoría de las brujas ya no es aceptada, con la excepción de algunas zonas aisladas en Papúa Nueva Guinea, India, Nepal, Arabia Saudita, Nigeria, Ghana, Gambia, Tanzania, Kenia, y Sierra Leona donde aún se queman a las “brujas” vivas en la hoguera.
En el 2010 un estudio buscó explicar por qué la creencia en la brujería aún persiste en esas partes del mundo en la que mucha gente todavía no acepta las causas naturales como una explicación a las enfermedades, accidentes y muertes desafortunadas, y en su lugar culpa a lo sobrenatural y a la magia negra por sus problemas. ¿Son estas personas malvadas o solo están mal informadas? De acuerdo con estándares morales occidentales estas personas son moralmente reprensibles y si dañan a otras personas también son criminales. Pero dado el hecho de que los europeos y americanos abandonaron estas creencias solo cuando la ciencia reemplazó a la superstición como una mejor explicación, entonces, una retrospección generosa nos dice simplemente que los cazadores de brujas estaban mal informados. En pocas palabras, su teoría de causalidad sobre las “brujas” y las catástrofes estaba equivocada. Dicho lo anterior, no solo se trata de mejorar la calidad de la educación en las ciencias, aunque cualquier mejora en la educación es un buen comienzo, además el gobierno debe crear leyes que prohíban y castiguen estas prácticas. El historiador Jared Diamond describe cómo en Papúa Nueva Guinea el extraordinariamente alto nivel de violencia ─incluyendo la quema de brujas─ fue atenuado de manera significativa por agencias del gobierno que fueron de aldea en aldea para prohibir estas prácticas, confiscar armas, y establecer la ley y el orden.
En 1631 el jesuita Friedrich Spee, publicó el libro Cautio Criminalis, el cual expuso los horrores de la quema de brujas. Esto llevó al arzobispo de Mainz a abolir la tortura por brujería ─un evento que fue un catalizador para el colapso de la obsesión por las brujas. Los tribunales dejaron de condenar a la hoguera a cientos de supuestas brujas cada año cuando otra filosofía más cercana a la verdad desengañó gradualmente las mentes del público. Los hombres cultivados se liberaron de las trabas de supersticiones degradantes, y los gobiernos civiles y eclesiásticos de la era tuvieron que suprimir los engaños populares que antes fomentaban. Después de una época trágica con un saldo muy elevado de víctimas, y después de prohibir la quema de brujas, la solución fundamental para terminar con la creencia en las brujas fue un mejor entendimiento de las causas de eventos naturales. Como lo concluye el historiador Keith Thomas en su libro La religión y el declive de la magia, “el factor más importante en el declive fue una serie de cambios intelectuales que constituyeron la revolución científica y filosófica del siglo 17. Estos cambios tuvieron una influencia decisiva sobre la forma de pensar de la élite intelectual lo cual a su vez repercutió eventualmente en la forma de pensar y el comportamiento de las personas comunes y corrientes. La esencia de la revolución fue el triunfo de la filosofía mecanicista.”
Por filosofía mecanicista Thomas quiere decir la perspectiva Newtoniana del universo, la forma de ver el mundo que sostiene que todos los efectos tienen causas naturales y que el universo está gobernado por leyes naturales que pueden ser examinadas y entendidas. Desde esta perspectiva no hay lugar para lo sobrenatural, y eso fue al final lo que destruyó la teoría de las brujas, junto con otras explicaciones sobrenaturales. La noción de que el universo estaba sujeto a leyes naturales inmutables eliminó la idea de los milagros, debilitó la creencia en la eficacia de las oraciones, y disminuyó la fe en la posibilidad de alguna supuesta inspiración divina. El triunfo de la filosofía mecanicista significó el final de la concepción animista del universo que había constituido la base racional para el pensamiento mágico. El punto es que las creencias tales como la brujería no son necesariamente inmorales, sino que más bien están equivocadas. En Occidente, la ciencia descartó la teoría de las brujas como causa de catástrofes, así como ha continuado descartando otras supersticiones e ideas religiosas. Ya no quemamos mujeres que son acusadas de brujería, no solo porque el gobierno lo prohíba, sino porque ya no creemos en las brujas y por lo tanto la idea de quemar a alguien en una hoguera por practicar brujería nunca entra en nuestra mente. Lo que fue alguna vez un asunto moral ahora no es ningún asunto, fue sacado de nuestras conciencias gracias a una forma naturalista y científica de ver el mundo basada en la razón.
Video en el canal TedEd en YouTube sobre la cacería de brujas (subtítulos en español disponibles)
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